¿Y tu carrera tiene «salidas»?

«Salidas», como sinónimo de que te va a ir bien en la vida. ¡Ja! De que todo se hará solo. De que no tendrás ninguna clase de problema, obstáculo ni nada de que preocuparte. Como si existiera esa realidad de que al terminar los estudios en la universidad y teniendo 22, 24 o 26 años encontraras el trabajo ideal nada más recibir el título y, claro, que eso te soluciona como persona.

«Enhorabuena fulanita, es usted un ejemplo de superación. Tome aquí un contrato hasta los 65 y muérase de aburrimiento el resto de su vida».

Una idea un tanto heredada de las generaciones anteriores, donde el trabajo era inmediato, perpetuo. Donde entre los 20 y 30 años debías de decidir lo del resto: elegir estudios (siendo adolescentes), elegir trabajo PARA SIEM-PRE, sin equivocarnos, comprar (dejadme reírme) una casa, encontrar una pareja adecuada (sin conocerte casi a ti misma).

La pregunta «¿tu carrera tiene salidas?» implica todo esto y puede que más. Una relación inconfundible entre unos estudios superiores de mínimo 4 años y la organización de un estilo de vida eminentemente práctico. Sin margen al disfrute, al error, a probar, a lo intelectual y sin «utilidad».

Ya si tu carrera no es técnica o habilitante y se circunscribe en un ámbito abstracto fuera de un mundo empresarial inmediato y fácilmente identificable… agárrate, que vienen curvas.

«Ah, claro, pero eso solo te sirve para dar clase ¿VER – DAD?

En los pocos años que llevo en el mundo laboral me ha dado tiempo a hacer de todo… y todo relacionado de alguna forma con mi carrera. Con sus más diversos sueldos, puestos, habilidades y actividades a desarrollar. Y no todo ha sido lo ideal… pero, oye, he aprendido cositas.

Y sí me he quejado, de no tener acceso a un puesto adecuado, de que todo cueste la vida, de nunca tener el perfil completo, de que los sueldos son bajísimos para el nivel académico exigido y las responsabilidades asumidas.

Pensemos. ¿Cuál es el papel tienen las humanidades hoy en día? En el pasado eran símbolo de estatus, de clase social. Solo estudiaban aquellos que tenían tiempo y dinero para hacerlo, pues no tenían que hacer actividades de mantenimiento. Se convertía en un factor de diferenciación, de admiración. ¿Los grandes iconos de la actualidad se diferencian por sus estudios? No creo. Muchos son los ejemplos de las clases acomodadas actuales que se jactan de la ignorancia.

Los tiempos son ciertamente malos para la defensa y el cultivo de las humanidades. La cultura general no es rentable, a primera vista, como lo es la formación especializada y la seria preparación técnica para cualquier carrera u oficio. En un mundo preocupado por la conquista de nuevos puestos de trabajo, por la especialización, por la preparación tecnológica cada vez más precisa, la rentabilidad de la cultura humanística no resulta nada evidente.

García Gual (2017), La luz de los lejanos faros: 28-29.

¡Qué crudo lo tenemos muchas veces con muchas personas para no contestarles barbaridades eh…! ¡Qué ejercicio de autocontención!

¿A qué aspiramos lo humanistas, los artistas o cualquier persona, si solo quisiéramos producir, generar ingresos? El debate, el mundo intelectual, las ideas, lo no práctico, lo no rápido, también necesitan su espacio. Y no podemos usar la salida rápida de «es que los que están en el poder…». Esas personas solo responden al sentir general, y el sentir general no piensa en pensar. No piensa en cambiar de opinión, en un debate en el que se escuche y que no produzca beneficios materiales.

Démosle vueltas.

Los ejercicios profesionales no van a tener que estar estrechamente vinculados a los estudios académicos. Realidad suprema del s. XXI.

El sistema educativo no tienen por qué estar relacionado con las habilidades y, mucho menos, con el éxito (entiéndase por éxito aquello que cada una queremos que nos pase).

Muchas profesiones se han vuelto muy especializadas y muchas carreras ¡menos mal! siguen siendo generales. Aquí una que piensa que debemos saber de mucho para poder especializarnos en algo.

¡Cuánto más aprendo de todo más comprendo -insertar aquí cualquier cosa-!

Lo que sí es cierto, es que aquello a lo que dedicas horas y años te conforman como persona. Aprendes una forma de pensar, de comprender el mundo, de generar ideas. Tu pensamiento y palabra te identifican como ser humana. ¿Estudio solo para un «empleo»? o ¿quizá estudio para convertirme en lo que quiero ser?

Puede que una, las dos… o quizá ambas.

¿Cuándo dejamos de formarnos, de aprender?

El conocimiento de la historia -con mayúsculas o minúsculas- y de la poesía y literatura en la larga tradición cultural de Occidente -en un sentido amplio- es necesario para una «vida examinada», según la máxima socrática, y lo es para una existencia en nuestro mundo, con una enriquecida y productiva perspectiva intelectual.

García Gual (2017), La luz de los lejanos faros: 29-30.

A todas las que esta semana han empezado las clases. Fuerza. Haced lo que os dé la gana, de todas formas, no tenéis ni idea de todo lo que os prepara el futuro.

Imagen destacada: The Marchioness os Santa Cruz, Francisco de Goya y Lucientes (Museo Nacional del Prado).

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