Zenobia, reina de la ciudad de Palmira entre 267 y 272 d.C., emperatriz de Oriente, estratega militar, creadora de una alianza oriental contra Roma, legisladora activa de su ciudad y mecenas del arte y la belleza, esta es tu historia.
Quienes llevéis tiempo aquí recordaréis que Zenobia llegó a mi vida en la lectura de la novela La vieja sirena (1990) de José Luis Sampedro, para quedarse para siempre conmigo. Este blog y proyecto lleva su nombre como una metáfora del diálogo que podríamos mantener entre pasado y presente de las humanidades, la historia y la historia de las mujeres.
Sin embargo, esta web 2.0 del proyecto ha estado huérfana de su vida, de sus hechos. Hoy vamos a ponerle remedio.
Como decía el profesor de historia Antigua al que detestaba: «si no sabes de mapas, no puedes saber de historia».
Palmira, «la perla del desierto», para quien la geografía se le haga bola, es una ciudad en el desierto de Siria, que se puede datar desde el 2000 a.C. Descrita con el mimo propio de quiénes admiraban la riqueza oriental por Estrabón y Plinio el Viejo, fue la ciudad de unión entre Oriente y Occidente, fusión de las tradiciones locales y exteriores. Tanto así, que es visible la unión de la cultura aramea con elementos árabes, y también griegos, como muestran los retos epigráficos de sus mausoleos, sobre todo, a partir del siglo IV a.C. con los gobernantes Seléucidas.
Roma, siempre egocéntrica, entra en el panorama oriental a raíz del conflicto contra Antíoco III (192-189 a.C.), anexionando el territorio dentro de la provincia de Bitinia, en Anatolia.
Con la dinastía de los Severos, a finales del s. II y principios del III, (esa de la famosa Julia) se produjo una reorganización provincial de Siria. Todo se debía, a intereses, pues las emperatrices Julia Domna, Julia Mesa, Julia Mamea y Soemias eran sirias, de la cercana ciudad de Émesa. Como siempre que intervienen los intereses, esto eximió a Palmira de pagar impuestos y tenía libertar para organizar y elegir un senado.
Esto a los palmirenses les gustó. Se consideraban tan importantes como las ciudades de la metrópoli romana. Así que lo dejaron bien claro haciendo alarde en sus textos oficiales de sus dignidades.
Vamos a meternos ya en materia. Siglo III d.C. Ese donde los romanos estaban tan ocupados mirando como se mataban sus dirigentes, nombrando soldados como emperadores, anarquías, traiciones y revueltas. Claro, las fuentes que nos llegan son fragmentarias y centradas en estas «injurias reales».
¿Y qué pasa cuando te peleas en casa? Pues que te olvidas de las afueras, con lo que las tropas romanas fronterizas se retiraron, lo que causó reveses en el exterior con incursiones germanas en el norte y guerras con los persas en oriente.
En Palmira las cosas se ponen tensas cuando aparecen en el escenario oriental los persas sasánidas, con un gran imperio fundado en el 224 que se extiende por los ríos Tigris y Éufrates, los ríos de la antigua Mesopotamia.
Ya nos vamos acercando a nuestra protagonista.
Septimio Odenato, hijo de Septimius Hairān, fue senador y jefe de la ciudad de Palmira. Llevó a cabo una política de paz y reconstitución que le permitió a reorganizar y garantizar de nuevo las rutas comerciales a través del golfo pérsico y oriente, desarrollándose la economía de la región de manera evidente.
En el año 267 Odenato y su hijo mayor fueron asesinados en un complot en la ciudad de Émesa. A su muerte le sucedió su hijo menor Vabalato, de poca edad, con lo que Zenobia, su segunda mujer, se convirtió en regente (aunque siempre quedaría la mancha de si fue ella misma quién llevó a cabo este doble asesinato… qué original todo).
¿Fue entonces Zenobia una mera regente de casualidad?
Claro que no, como ya te imaginabas.
Septimia Bathzabbai Zainib, Zenobia para los occidentales que eso de los nombres compuestos no lo llevamos bien, nace en el 235 d.C. Hija de la aristocracia y descendiente de los propios Seléucidas
Fue la segunda esposa del príncipe Odenato y se convirtió en reina regente del hijo de ambos, Lucius Iulius Aurelio Septimio Vaballathus (Vabalato) Atenodoro, cuando tendría alrededor de treinta años.
Al tomar la regencia aprovechó los conflictos internos que asolaban al Imperio Romano, declara independiente el reino de Palmira de la autoridad de Roma.

Las mujeres, incluso gobernaron de manera brillante, y aun las extranjeras […] En efecto, una extranjera, de nombre Zenobia, de la que ya se han dicho muchas cosas, quien se jactaba de proceder del linaje de las Cleopatras y los Ptolomeos, después de la muerte de su marido Odenatoo, cubrió sus hombros con el manto imperial, adornándose con las vestiduras de Dido y admitiendo incluso la diadema. Ocupó (imperavit) el Imperio en nombre de sus hijos Herenniano y Timolao (Vabalato), más tiempo del que una persona del sexo femenino podía soportar. Pues esta orgullosa mujer desempeñó las funciones de un rey, durante el mandato de Galieno y mientras Claudio (II el gótico) se encontraba ocupado en la guerra con los godos, y sólo cuando con gran dificultad fue vencida por Aureliano (emperador) y llevada en su triunfo, se sometió a la ley de Roma.
Trebelio Polión, Los Treinta Tiranos, 30.1-2.
Durante su reino dedicó parte de su tiempo a gobernar su propia ciudad, y entre sus acciones optó por el embellecimiento arquitectónico de la ciudad, que contaba según parece con unos 150.000 habitantes, y del patrocinio de artistas. Y, al igual que todo buen monarca, en el 271 incluye en este programa urbanístico unas estatuas en honor a ella y su difunto marido.
En un primer momento… Roma, bajo Claudio II, aceptó su poder y figura. Se conservan inscripciones en las que aparece Zenobia como basilissa y su hijo como “rey de reyes” de todo Oriente, y en el 272 se acuñan monedas en Oriente con dos caras.

Cuando una accede al poder hay que tener mesura… y Zenobia se declara fiel al Imperio (y así contar con apoyos para defender sus fronteras de los sasánidas). Pero cuando una se siente cómoda… pues pasa lo que pasa. Y es que ella sabía que su ciudad y sus fuerzas eran una amenaza real para Roma. Porque si hacían tratos con los persas… algo se podían cuajar contra la anarquía de los romanos.
En el 269, Zenobia, su ejército, y el general Zabdas conquistaron violentamente Egipto con la ayuda de su aliado egipcio Timágenes. El prefecto romano de Egipto, Probus Tenagino y sus fuerzas, trataron de expulsarles de Egipto, pero el ejército de Zenobia capturó y decapitó a Probus.
Esto le valió el título de «la reina guerrera» al dirigir personalmente a su ejército. A lo que le sumamos las diversas expediciones y las conquistas desde Anatolia a Ancira y Calcedonia, y, más tarde, Siria, Palestina y el Líbano.

Para tocar aún más lo que vienen siendo las partes bajas a Roma, Zenobia tomó las rutas de comercio.
En el 270 sube al poder de Roma el emperador Aureliano, quien estabilizó la frontera en la zona del Danubio y se decide emprender una campaña militar contra ella. Manda fuerzas a Egipto y el grueso de su ejército a Asia Menor. Aunque con resistencia Aureliano conquistó Egipto y lanza sus fuerzas hacia Siria.
Zenobia es derrotada en Émesa y se retira a Palmira, donde fue sitiada por Aureliano. Aunque la ciudad resiste durante meses, cayó debido a la ayuda que Aureliano recibió de los jefes árabes que Zenobia había denostado bajo su mandato. Palmira fue saqueada y no pudo volver a recuperar el esplendor como ciudad posteriormente.
Zenobia y su hijo escapan en camello con la ayuda de los sasánidas, pero fueron capturados mientras recorrían el Éufrates. Parece ser que su hijo se pierde de la historia y Zenobia es llevada a Roma como parte del triumphus de Aureliano. Esta escena, de la reina como prisionera de cadenas de oro ha sido representada muchísimas veces en obras artísticas.

No se sabe con exactitud cuándo ni cómo muere. Hasta nuestros días se han conservado leyendas bastante dispares. En una se suicida emulando a Cleopatra, mientras que en otra es decapitada. En otra tercera versión se retira a una villa en Tívoli y se casa con un gobernador romano.
Para los romanos fue la reina de Oriente por excelencia, destacando por sus habilidades por encima del resto de gobernantes de su época. Se enfrentó a Roma recordando las hazañas de Semíramis, reina Asiria, o Boudica, reina de los icenos, como se recoge en la Historia Augusta.
Vivió con pompa real. Prefería ser venerada según los modos persas y dio banquetes a la manera en que lo hacen los reyes de esta nación […] Montaba a caballo […] y cazaba con la pasión de los hispanos. Bebía frecuentemente con los generales, aunque normalmente era muy sobria […].

Historiae Augustae scriptores… (1787). Se trata de la portada del segundo volumen. En el primer volumen se retrato al emperador Adriano. Texto completo en BNE.

Bibliotheca Hertziana.



Es recordada como una persona culta, práctica y que supo aprovechar la coyuntura del momento para hacerle frente al gran Imperio, dejando que el tiempo y la historia modifiquen su imagen. Ella misma se construyó a emulación de Cleopatra y la reina guerrera Dido, siendo en parte leyenda, en parte realidad, para conservarse hasta nuestros días.
Aunque entre la multitud no sea un personaje con un gran recuerdo, durante siglos el recuerdo de Zenobia ha estado en el imaginario de escritores y artistas, como en la tragicomedia Zenobia de Oriente (s. XVIII) de António Rodrigues Galhardo y Albino Sampaio.
En la literatura contemporánea, además de en la obra de Sampedro, puedes encontrarla en La prisionera de Roma (2011) de José Luis Corral, la novela de Bernard Simiot, Yo, Zenobia reina de Palmira, que obtuvo en 1978 el premio Goncourt. Aparece también mencionada por la escritora Rosa Regás en su obra viajera sobre Siria, Viaje a la luz del Cham (1933).




Para saber más tanto de Zenobia como de su tratamiento a través del tiempo te recomiendo seguir con esta conferencia de María José Hidalgo de la Vega «Zenobia, la única mujer de la Antigüedad que creó un imperio».
Bibliografía recomendada
Barceló, P. (2001). Breve historia de Grecia y Roma. Alianza Editorial, Madrid.
Hidalgo de la Vega, María José. n.d. “Zenobia, Reina de Palmira: Historia, Mito y Tradiciones.” In Flor. II, 28: 79–104.
Poëte, M. (2011). “Sistemas de rutas y destinos urbanos. Dura-Europos y Palmira”. Introducción al urbanismo. La evolución de las ciudades: la lección de la Antigüedad. Ed. Fundación Caja de Arquitectos, Barcelona: 285 – 316.
Veyne, P. (2009). “Palmira y Zenobia entre Oriente, Grecia y Roma”. El Imperio grecorromano. Ed. Akal, Madrid: 227- 304.