Roma no nace del mito, de un tiempo glorioso, dorado, claro y magnífico. Sus orígenes están entre la bruma de la leyenda, historias entre lo real y lo ideal, donde los personajes son más mortales que sobrenaturales, creados unos autores necesitados de un lugar donde mirarse.
Tras ligar su ciudad y civilización con su admirada Grecia a través de Eneas, en la primera Roma, la monárquica, gobiernan siete reyes, algunos más legendarios que otros. Estos representan ideales o defectos de los gobernantes: Rómulo (machito que funda la ciudad); Numa Pompilio (el buen devoto); Tulo Hostilio (como indica su nombre, al que le gusta la gresca); Anco Amarcio (ni chicha, ni limona’); Tarquinio Prisco (al que le dio por el urbanismo); Servio Tulio (señor aburrido que se pasaba las tardes estudiando derecho); y Tarquinio, el soberbio (con ese nombre se entiende que se acabara aquí la monarquía).
Pero no solo se definieron las virtudes o carencias de los monarcas, sino que a lo largo del tiempo se van a crear relatos sobre la moralidad y los modos de comportamiento para que los romanitos tengan un ejemplo que seguir.
Son muchas las mujeres que encontramos en los orígenes de Roma, y de las cuales las romanas debieron de heredar los modelos de conductas que imitar o de los huir. Se tratan de arquetipos, muchas no existieron realmente, pues su única función era influir en los ideales y la educación de las generaciones futuras. Piedad, honestidad, moderación o castigo.
Esta vez vamos a hablar de una de ellas, una mujer que fue ideada para representar la traición más grande, la que se hace en contra de la Patria Roma, y para avisar de las consecuencias de ello. Hoy vamos a hablar de Tarpeya, la legendaria traidora de Roma.
Como siempre, hay muchas versiones de la misma historia.
En la tradición más extendida Tarpeya era una joven vestal romana que vivió el asedio de su ciudad por los sabinos. Se trata de una guerra que habría enfrentado a lo joven Roma de Rómulo contra los sabinos de Tito Tacio (todas conocemos el tema del «rapto de las sabinas»).
Según cuenta la leyenda, Tarpeya, que siendo una vestal debía de consagrarse desde joven a la diosa, mantenerse sin tener relaciones con ningún hombre y gozaba de cierta influencia en la ciudad, pecaba de avaricia. Vamos, que quería nadar en la abundancia. Por lo que en una usa una astuta estrategia, pero totalmente antipatriótica, para enseñar a los sabinos la entrada a la ciudadela y al capitolio.
Cuando los soldados sabinos toman el paso, Tarpeya les pide a cambio de su artimaña, «todo lo que llevan en su brazo izquierdo». Hacia referencia a los brazaletes de metales y anillos de un oro precioso que estos portaban. Sin embargo, Tito Tacio, manda a lanzar contra la sacerdotisa sus escudos. Sepultándola, asesinándola. Cuenta la leyenda que ni el propio rey enemigo podía perdonar la traición, aunque fuera a su favor.
La versión más amable dice que fue una mártir, que murió quitándole las defensas a los enemigos, dando la voz de alarma y sacrificándose para la derrotada de a quienes había engañado. A esta Tarpeya la enterraron en la famosa colina que lleva su nombre y se le realizan libaciones todos los años.
Tácito nombra el acontecimiento de paso bajo la creencia de que la obra del Foro y el Capitolio eran del rey sabino. Mientras que Tito Livio y Plutarco al contar la época de la Roma legendaria narra el episodio, como una lección.
¿Heroína o traidora?

Pero siempre hay una versión que tiene que hablar de las «emociones de las mujeres», y juntar la traición con el desacato y de la religión y la moral. Había que dejar claro cuáles eran los puntos débiles de las mujeres, claro… Fue Propercio, poeta contemporáneo de Virgilio y de Ovidio, quien introduce el giro romántico (un poco copiando a los griegos).
Su Tarpeya se enamora del rey sabino mientras lo ve heroicamente y lleno de testosterona en la batalla. En este caso el precio de su traición era que Tacio se casara con ella, pero el desenlace, cuando ella reclamó su recompensa, seguía siendo el mismo, su muerte.
Para los romanos, avaricia o amor, tanto daba. Propercio deja claro que se merecía la muerte y que incluso los enemigos entienden su culpabilidad. Más aún cuando es una vestal que había hecho voto de castidad.
En esta moneda, que se sitúa en época de Augusto, uno de sus senadores hizo representar la muerte de la traidora Tarpeya, que aplaudió las nuevas leyes son la moral hizo representar a la impura vestal Tarpeya que traicionó a roma en estos momentos por amor y aparece sepultada por los escudos de los enemigos.

Se considera a esta leyenda como una composición poética de carácter épico, que combina junto a la traición de Tarpeya, el asalto a la ciudad por los sabinos, con la descripción de una Roma que está en construcción, rodeada de vecinos que la amenazan. Estas historias son muchas veces más entretenidas para el público que la de los héroes masculinos que se sacrifican.
La roca Tarpeya, en la colina Capitolina , recibió su nombre y, desde ella, se arrojaban a los traidores. Era entonces una historia de la tradición para explicar tan bárbaro comportamiento. Aunque desconocemos los graves delitos que desencadenaban tan siniestro castigo. Sabemos, por ejemplo que en el 33 d.C., se ejecutó allí a un hispano acusado de cometer incesto con su hija, pero Tácito dice que el verdadero motivo de su condena era que el emperador Tiberio ambicionaba sus minas de oro y bronce.
Puedes visitar el lugar con la magia de Google Maps:
Tarpeya es una de las mujeres legendarias, mala, perversa y que comete el peor pecado para del pueblo romano.
Imagen de portada: fragmento de la obra Una vestal, Alejo Vera y Estaca (1875).